Es habitual que los bebés sientan especial cariño por un objeto en particular al que se encuentran muy aferrados. Es el llamado
objeto transicional, también conocido como objeto de consuelo u objeto de apego.
Puede ser un muñeco, un peluche, un osito, una mantita, un camisón,
una almohadita, una sábana, un cojín, un chupete, etc. Generalmente, es
un objeto de textura suave, lo que nos recuerda
la teoría de la madre suave, que habla de la necesidad innata de las crías de apegarse a un objeto suave para sentirse protegidos.
El objeto transicional se vuelve tan importante en la vida del
pequeño que le acompaña durante la mayor parte del día, lo busca cuando
necesita consuelo y se vuelve imprescindible a la hora de dormir. Es
algo que le brinda seguridad. Representa el apego que el bebé siente con
sus padres y le ayuda a controlar la
ansiedad de la separación, etapa en la que el bebé comienza a experimentar que es un ser independiente a su madre.
El término de objeto transicional ha sido creado por el
psicoanalista Donald Winnicott para definir “la primera posesión no-yo”,
aquellos objetos que aparecen en una zona intermedia entre lo subjetivo
y lo que se percibe de forma objetiva. No forman parte del cuerpo del
niño aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a
la realidad exterior.
Veamos algunas características del objeto transicional:
- El niño lo elije arbitrariamente. Por más que se intente imponer
un objeto determinado, es sólo el pequeño quien decide cuál es su objeto
especial. No importa que sea el más bonito o el más llamativo. Por algo
inexplicable es el preferido.
- Tiene un olor especial. Debido a su manipulación (el bebé lo
muerde, babea, arrastra, lo abraza, duerme con él) ese objeto tiene un
olor particular muy especial para el bebé. Se recomienda no lavarlo para
no borrar esa huella. De hacerlo, porque las condiciones sean
lamentables, recomiendo hacerlo discretamente. Por experiencia propia no
aconsejo que el niño vea a su peluche preferido dentro de la lavadora;
para ellos es como si lo estuviésemos torturando o algo por el estilo.
- Tiene que ser ese y no otro. El objeto transicional no debe
cambiar a no ser que sea el bebé quien decida destituirlo como objeto
especial y pasarle los poderes a otro. Aunque le compremos un muñeco
exactamente igual, querrá ese que ha elegido. Mi hija pequeña tiene
adoración por un bebé en especial, aunque tiene tres (todos con el
cuerpo de tela, los de cuerpo duro no le gustan) tiene predilección por
el primero que ya está semidestrozado y muy sucio. Aunque le han
regalado otros, los nuevos han pasado a ser juguetes, pero el original
es su “bebé especial”.
- Es un compañero fiel. El niño no se separa de él. Lo lleva a todos
lados, a la guardería, de paseo, a la cama, en el coche. Permanece
siempre a la vista y al alcance del niño. No puede faltar y si se
pierde, es motivo de profunda tristeza.
No todos los niños adoptan un objeto transicional en su infancia. El
proceso emocional es diferente en cada niño, por eso algunos necesitan
aferrarse a un objeto mientras que otros no. Para algunos, el objeto
transicional es la propia madre, para otros puede ser la madre y el
objeto.
Hay niños que en lugar de objetos especiales adoptan conductas
especiales. A parte de los objetos, también se habla de “fenómenos
transicionales”, conductas muy habituales en los niños pequeños como
chuparse el pulgar, acariciarse el pelo, repetir una melodía para
dormirse, pedir la mano, o como mis hijas, meter mano en la teta de
mamá.
Estas conductas transicionales pueden comenzar a partir de los 4-6
meses y durar hasta los 3-4 años cuando el niño ha adquirido mayor
control de los miedos de abandono, comienza a ser más independiente e
inicia su vida social. Puede que use su objeto de apego de forma
continuada o que recurra a él cuando atraviese por una etapa de ansiedad
como el nacimiento de un hermanito, una mudanza o la separación de los
padres.
En cualquier caso, que el niño adopte un objeto transicional es
absolutamente normal, signo de un correcto desarrollo psíquico y no se
debe interferir ante él.